Clave: Una Cultura de Apertura

Descubre cómo los ICONOgrupos pueden convertirse en espacios de honestidad y vulnerabilidad. En este blog exploramos qué significa crear una verdadera cultura de apertura.

Los ICONOgrupos son más que reuniones semanales: son centros de discipulado. Pero ¿qué significa eso realmente? A menudo pensamos que el discipulado se trata simplemente de aprender más cosas sobre la fe. Y claro, aprender es parte del proceso. Pero el discipulado en el camino de Jesús también implica algo más profundo y desafiante: luchar.

Luchamos con lo que aprendemos, con cómo lo entendemos y, especialmente, con cómo lo aplicamos. Seguir a Jesús no es solo cuestión de acumular información, sino de permitir que esa información transforme nuestra vida. Y la transformación, casi siempre, duele. Cuestiona nuestras creencias, nuestras prioridades, nuestros deseos y nuestras decisiones. Por eso, en los ICONOgrupos necesitamos construir intencionalmente una cultura de honestidad y apertura.

¿Qué es apertura y honestidad?

Una cultura de apertura es un ambiente en el que las personas sienten libertad y seguridad para compartir sus luchas con la fe. No solo hablamos de los “logros espirituales” o de lo que entendemos bien, sino también de lo que nos cuesta aceptar, de lo que no comprendemos del todo, o de aquellas áreas donde fallamos una y otra vez.

Pero no nos quedamos ahí. En una cultura de apertura, no solo exponemos lo que nos cuesta. También exploramos por qué nos cuesta. ¿Qué deseos están en conflicto con el llamado de Jesús? ¿Qué miedos o motivaciones nos impiden obedecerlo? ¿Qué heridas pasadas afectan nuestra forma de vivir la fe hoy?

Un ejemplo práctico

Imaginemos que en un ICONOgrupo estamos leyendo las palabras de Jesús: “Ama a tus enemigos y ora por los que te persiguen”. (Mateo 5:44)

Es fácil asentir con la cabeza y decir “amén”. Pero en una cultura de apertura, alguien podría decir:
«Yo sé que Jesús me llama a amar a mis enemigos, pero hay una persona que me hirió profundamente, y no puedo ni orar por ella sin sentir rabia.»

Podemos preguntarnos, ¿Qué significa amar a nuestros enemigos en esta situación?

Y quizá, al explorar eso, el grupo descubra junto a esa persona que detrás de esa lucha hay una herida no sanada, o una necesidad profunda de justicia que no ha sido reconocida. O tal vez, simplemente, que amar al enemigo requiere una fortaleza que esa persona no ha experimentado aún, y necesita del apoyo de los demás para llegar ahí.

Quizá lo que en esa conversación surja sea deseos ocultos. Por ejemplo: en una situación parecida alguien en el grupo puede pensar «Mira, no soy tan mala persona, no soy mala persona porque no le he hecho mal a nadie». Pero al explorarlo con honestidad y apertura, pueden salir cosas que llevamos dentro: ¿Te hubiese gustado hacerlo? ¿Cuán feliz te haría que a un «enemigo» le fuese mal? 

Eso es discipulado real. No teoría, sino vida compartida. No perfección, sino proceso. No solo información, sino explorar cómo entra esa información en mi. 

¿Cómo creamos una cultura de apertura?

  1. Modela vulnerabilidad. Cómo líder/facilitador, puedes marcar el tono del grupo mostrando cómo tú mismo luchas e integras en tu vida la información que se está aprendiendo. 
  2. Modela la exploración. No solo queremos ser vulnerables, sino hacer el trabajo de explorar qué hay detrás de las luchas. Cuándo surge algo que nos reta y nos crea conflicto (por ejemplo, perdonar como hemos sido perdonados por Dios), necesitamos explorar por qué eso es una lucha (por ejemplo, tengo miedo a no tener el control)
  3. Celebra los momentos en los que alguien comparte cómo ha integrado el camino de Jesús en su propia vida. Pero al celebrarlo, pregunta también «¿cómo lo hiciste?».
  4. Orar por esas luchas y conflictos espiritualues. 
Imagen de Equipo ICONOdigital

Equipo ICONOdigital

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